Tom Schmidt
There is a Christmas song that says of Bethlehem: “Yet in thy dark streets shineth the everlasting Light.” Though today it has many modern homes and buildings, you can still see that it is part of “the hill country…of Judah.” (Lk 1:39) It is not too far from En Kerem, where John the Baptist was born, and apparently where today’s Gospel takes place.
We see in the Gospel reading today how Elizabeth and her unborn child rejoiced at the news of Jesus’ coming birth. The story implies that Mary went to see Elizabeth as soon as the angel told her about Jesus. I would think that talking about it made this miracle more real.
Jesus is the “everlasting Light” mentioned in the song. That light shines today, not just in Bethlehem, but everywhere that his followers bring it. When we console someone who is mourning, that light shines. When we forgive someone who hurt us, the light is burning. When we teach a child how to pray, it shines even brighter.
Our dark streets need the everlasting Light today as much as they did 2000 years ago. Today we remember how Mary and Elizabeth shared their faith in God. They did so much like we do today. Jesus, who seems to be invisible today, is seen in the shared faith of those who bring him into the world by their words and actions.
Oh, pequeña ciudad de Belén
Tom Schmidt
Hay una canción de Navidad que dice de Belén: “Pero en tus calles oscuras brilla la luz eterna”. Aunque hoy tiene muchas casas y edificios modernos, todavía se puede ver que es “un pueblo de las montañas de Judea” (Lc 1:39). No está muy lejos de En Kerem, donde nació Juan el Bautista, y aparentemente donde toma lugar el Evangelio de hoy.
Vemos en la lectura del Evangelio de hoy cómo Isabel y su hijo no nacido se regocijaron ante la noticia del nacimiento de Jesús. La historia implica que María fue a ver a Isabel tan pronto como el ángel le habló de Jesús. Yo creo que hablar de ello hizo que este milagro fuera más real.
Jesús es la “Luz eterna” mencionada en la canción navideña. Esa luz brilla hoy, no solo en Belén, sino en todas partes donde sus seguidores la llevan. Cuando consolamos a alguien que está de luto, esa luz brilla. Cuando perdonamos a alguien que nos lastimó, la luz está encendida. Cuando enseñamos a un niño a rezar, brilla aún más.
Nuestras calles oscuras necesitan hoy la Luz eterna tanto como hace 2000 años. Hoy recordamos cómo María e Isabel compartieron su fe en Dios. Hicieron algo muy parecido a lo que hacemos nosotros hoy. Jesús, que hoy parece ser invisible, se ve en la fe compartida de quienes lo traen al mundo con sus palabras y acciones.